miércoles, 29 de enero de 2014

Un francés en el camino de Santiago. Julio 2009 (corregido en Enero 2014)


Creo que os gustará como ha quedado, pero si veis algo incoherente o mal redactado, o faltas de ortografía, o lo que sea, por favor, hacédmelo saber,... ¡lo que sea!.

UN FRANCÉS EN EL CAMINO PORTUGUÉS
  
“Nacisteis juntos y juntos permaneceréis para siempre,
Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte esparzan vuestros días.
Sí; estaréis juntos aun en la memoria silenciosa de Dios.
Pero dejad que haya espacios en vuestra unión.
Y dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros.
Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una condena.
Que sea, mejor, un mar moviéndose entre las orillas de vuestras almas.
Llenaos uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de una misma copa.
Compartid vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo.
Cantad y bailad juntos y estad felices, pero que cada uno de vosotros sea independiente.
Las cuerdas de un laúd están solas, aunque palpiten con la misma música.
Dad vuestro corazón, pero no para que vuestro compañero lo tenga.
Porque únicamente la mano de la vida puede contener los corazones.
Y estad juntos, pero no demasiado juntos.
Porque los pilares del templo están separados.
Y, ni el roble crece bajo la sombra del ciprés ni el ciprés bajo la del roble.”

Khalil Gibran, en “El profeta”.




I
EL DIARIO DE KIKO


- ¡Pere!... ¡Pere!
- ¿Pérez se llama?
- ¡Peregrina! ¡Se llama Peregrina!
- (Evidente, pensé, ¿cómo si no?). Perdone… Le entendí mal… Es gata, supongo.
- ¡Si fuera gato se llamaría Peregrino!, pero… ¿ha llegado usted hasta aquí por sus propios medios o ha necesitado a alguien que le interprete los mapas?
- (¡Tierra trágame!) Solo pretendía ser amable, señor…, espere… no me lo diga…, señor Grullo, Don Pero Grullo, supongo.
- ¿…?

         No sabe, no contesta. Es fácil imaginar la cara que se le ha puesto al encargado del albergue.

         Yo pretendía aprovechar este momento de paz, sol y sosiego tumbado en el césped del jardín del albergue, sin las botas, sin calcetines, dejando respirar a los pies, después de tan larga jornada, dejar salir a los pájaros de mi cabeza, vaciarla de pensamientos y sentimientos insanos, pero soy incapaz de evadirme. Me distrae el encargado con su gata, me distraen esos extranjeros que se ríen unos de otros cuando se enseñan unos a otros las ampollas de los pies como si fueran trofeos, me distraigo con todo.

         Pero, sobre todo, me distrae el recuerdo de “el francés”.

La verdad es que no sé por donde empezar. Han pasado varios días desde que iniciamos el camino en Tuí y estoy bastante confuso. De lo que sí estoy seguro es de que “el francés” está interviniendo en nuestro camino, diría más, en nuestras vidas, y que estoy acojonado (perdón, quise decir acongojado, me han bailado unas letras).

         Llegamos a Tuí hace 4 días, a mediodía, comimos y fuimos derechos a la catedral a recoger nuestra “credencial del peregrino”. Había un olor extraño. Nos acercamos a una mesita habitada por un hombre con la mirada extraviada (un ojo dulce y cálido apuntaba al vacío, otro agrietado y seco, que escuchaba el griterío y regañaba a los turistas, al altar). Solo con girar la mesa 180 grados habría tenido un “punto de vista” más coherente: la sensualidad hacia el altar, la rudeza al infinito.
El voluntario nos entregó las credenciales con nuestro primer sello y felices fuimos al albergue a dejar nuestras mochilas y asegurarnos un lugar para dormir esa noche. A la mañana siguiente empezaríamos a andar.

         Allí le vimos por primera vez. Cruzamos miradas.

Aquel individuo al fondo del albergue no cuadraba en esta estampa. Un punto de color en una foto blanco y negro. Un hombre con un batín de señorito-bien, estampado de polígonos irregulares de colores fuertes, de diferentes tamaños, como un cuadro de Mondrian, cruzado y sujeto con un cinturón de la misma tela, algo ancho, muy bien colocado. Coincidí con él en el aseo, ambos con el torso desnudo. Tenía la espalda llena de granos purulentos. Bastante desagradable.

         “El francés” era un hombre enjuto y seco, como “El Cervantes”, personaje de la novela escrita por “Don Quijote”, como todo el mundo sabe, pero sin barba. La misma estampa, frente y perfil.

         Alto y huesudo de los pies a la cabeza donde, por cierto, crecía desordenadamente una buena mata de pelo color oro bueno, posiblemente poco amigo del jabón de olor. ¿Orgulloso o arrogante? No sé. Sus ojos pequeños, gatunos, luminiscentes, terroríficos casi, un obstáculo a la confianza. Nariz, como la mía, algo aguileña. Una raya corta que no dejaba ver los dientes ni siquiera cuando hablaba, marcaba el límite de un maxilar huesudo, como todo él, complementaba unos trazos poco generosos de un gesto de apariencia triste, a pesar de sus esfuerzos por trasmitir todo lo contrario.

         Salimos a dar un paseo por el pueblo, visitar sus monumentos y hacer las primeras fotos. Por aquí pasaron los íberos, los romanos, los visigodos, que la hicieron capital del reino, los musulmanes y, por último, los cristianos tras ser reconquistada por Alfonso I. Su catedral, fortificada para defensa del obispado, sufrió innumerables ataques de las tropas portuguesas. Conviven en ella los estilos románico y gótico, de los siglos XII y XIII. De todas las iglesias destaca la de las Clarisas, que forma parte de un convento de clausura, el convento de las “encerradas” como lo llaman los lugareños, donde compramos pececitos almendrados. Llovía. Impresionaban sus calles mojadas y sus casas de granito, su ayuntamiento, su gente.

         Pero fue “el francés”, os decía, quien más me impresionó.

         Llegamos al albergue después del paseo. A la entrada estaban los italianos, Marianela y Berto, muy emocionados, contando a la “siñora alberguista” (así la llamaban ellos) todo lo que habían visto y sentido en Tuí. Nada que ver con sus experiencias, días atrás, por tierras portuguesas. El cambio, para ellos, había sido espectacular. No la dejaban hablar. Todo era “bello, bello,...”, decían arrastrando las eles. Y, no sé porqué, pero me pareció que también a ellos les cambió el semblante cuando vieron al francés. Noté que les inspiraba miedo. Parecía que ya le conocieran.

 “El francés” nos sonrió y saludó. Devolvimos amablemente el saludo - “bonsuar”, “bonsuar”- y comenzó a enrollarse con Rosa. ¡En francés!

         Atrevida señora, mi compañera de viaje, mi mujer. No le asustan los idiomas. Con todos se defiende. Lo más importante, dice, es no tener miedo de hablar. Inglés, francés, sueco, suahili, lo que sea.

         Rosa tuvo una infancia feliz, sin problemas. Quizá por eso es confiada (¿o no lo es?) Yo, lo mismo, pero soy muy desconfiado, ¿quién lo entiende? Aunque, creo que, en el fondo, siempre guarda las distancias. Cortés pero poco valiente. Disfruta de buena salud y de buena forma física. También yo. Siempre derrochando simpatía. Es afable. Yo, al menos, lo intento. La envidio.

         Toma decisiones sin pestañear y te arrolla con ellas sin darte tiempo a reaccionar. Yo, al contrario, soy muy indeciso. Yo soy rápido y pragmático, ella, tremendamente laboriosa, como las hormigas. Nunca olvida. Añora aquellos momentos y aquella gente, todos los momentos y toda la gente. Templada y estable, hasta donde se le puede pedir a una mujer. Yo tampoco soy irritable ni irritante. Sigo con ella.  Exigente, muy exigente. Respetuosa, muy respetuosa. Vergonzosa, bastante vergonzosa. Cariñosa, mucho. Responsable, preocupada por su aspecto, deseable. Nunca miente, políticamente correcta.

Atractiva y equilibrada. Ojos, boca y nariz, sin sobresaltos. Destaca la frente amplia y los labios carnosos y gruesos, mientras que la barbilla pasa desapercibida. Tiene mucho pelo y muy rizado. Y no puedo olvidar, no debo, su piel suave y blanca.

         …que si de donde vienes,… que si andando o en bici,…  Al poco, sacó el francés un pliego, y luego otro, y otro más, plagados de sellos. Había recorrido toda Francia, casi toda España y Portugal, desde Fátima hasta aquí. Pensé “Y este tío, ¿de qué vive?, si no trabaja y se pasa el año andando por caminos…”

         Me respondí enseguida: cuando dijo en español, aunque algo afrancesado, la palabra “donativo”. O eso entendí yo.

-          Rosa, corta que este tío nos está pidiendo dinero.
-          No, hombre, no. Es que tiene poco vocabulario. Habrá querido decir otra cosa.
-          ¡Ya, ya! ¡Menudo perro está hecho! ¡Se le notan las intenciones!
-          ¡Calla, por favor!... Te puede entender.
-          ¡Este no entiende nada! Tranquila. ¿No ves la cara de haba que tiene?
-          ¡Cállate ya!
-          Además, este tío es raro…, mira que ojos tan extraños… se iluminan como los de los gatos… Para mí que es gato y tiene la capacidad de transformarse en lo que quiera… -dije, tratando de ocultar tras el humor, mi desconfianza y miedo-
-          ¡¿Quieres dejar de decir tonterías?!

De todos modos se empeñó en darnos una tira de papel impresa plegada en acordeón con las poblaciones y albergues por los que íbamos a pasar. Tenía una buena colección de caminos: el camino francés, el de la costa, el portugués,…

Luego estuvo paseando por allí con su batín de cuadros y colores y sus zapatillas de andar por casa, hablando con unos y con otros y sonriéndonos cada vez que nos cruzábamos con él. Algunos se burlaban pero él siempre sonreía.

-          Pelo,… bonito,… tienes –le decía una alberguista haciéndose la graciosa ante sus cinco amigas-
-          ¿Pardon?
-          El pelo,… bonito,… mono,… ¡Ja, ja, ja! Este no se entera de nada.

Y el francés la devolvía una sonrisa.

Cuando estuvimos más tranquilos, ávidos por preparar bien nuestra aventura, nos propusimos repasar toda la documentación que llevábamos encima, incluido el folleto supermanoseado y plegado que nos había dado el francés.

-          Mira, nos ha dado la ruta del norte. ¡Ni se te ocurra decírselo… solo faltaría que se nos enrollara otro rato…!

Nos acostamos sobre las 11 para no darle ocasión de abordarnos de nuevo.

Con toda la sala a oscuras, le estuvimos viendo ir y venir, deambulando por allí hasta bastante tarde.

La emoción y lo extraordinario hizo que no pegara ojo en toda la noche. Por eso pude verle recoger sus cosas y salir sigilosamente a las cinco de la mañana. Se acostó el último y se fue el primero.  Como suponía, sus ojos eran como linternas en la oscuridad.

Nosotros salimos hacia las siete con intención de llegar a Redondella, 28 kilómetros más allá, con tiempo de recorrer la villa y tomarnos algo relajadamente en una terraza. Estábamos eufóricos y con muchas ganas, lo que nos hacía pensar que éramos capaces de cualquier cosa.

No llegamos. Nos quedamos 9 kilómetros antes, en Mos.

Salimos, como decía, de Tuí, con nuestros 8 Kg de mochila a la espalda y, a la salida del pueblo, todavía de noche, tomamos las primeras fotos. Impresionantes vistas y lugares: un lavadero precioso junto al río, el convento-iglesia de San Bartolomé, el de Santo Domingo, ambos del siglo XI, un cruzeiro, como no, y una sorpresa en la piedra de lavar de otro lavadero… ¡el francés! Metido en un saco de dormir haciéndose el dormido… ¡Porque, estoy convencido, se hacía el dormido! Lo sé porque dos luceros verdes se asomaban por la boca del saco: ¡sus ojos! Lo único que se veía. Todavía era de noche.

-          ¡Normal! Se acuesta tarde…, se levanta temprano…, no tendrá linterna y no se ha atrevido a seguir. Se habrá parado a descansar hasta que amanezca.
-          ¿Has visto los ojos? ¡Como los gatos! ¡Se encienden en la oscuridad! ¡Nos estaba esperando…!
-          ¡Tú eres tonto! ¡Deja de fantasear!

No dejé de darle vueltas.

El paisaje y los parajes que se iban dibujando y coloreando con el lento amanecer entraban por mis ojos y me hicieron olvidar enseguida al francés. Apareció ante nosotros un hermoso puente romano. Seguimos el camino embriagados por las sensaciones de paz y belleza y, como no, nos confundimos, nos perdimos. Yendo y viniendo por nuestros pasos muchas veces, al fin un señor en bicicleta nos orientó correctamente.

A la altura de Paredes nos internamos en un bosque y, al poco tiempo, como un hongo, espontáneamente, nos encontramos sobre el “Ponte des Febres”, humilde como el portal de Belén, donde enfermó San Telmo, que no pudo llegar a Santiago. ¡Pobre…!

Me vino repentinamente a la cabeza la imagen del francés metido en su saco, en el lavadero, asomando la cabeza,… y aquellos ojos encendidos…

Nuevas aldeas, cruzeiros, y otro hermoso puente romano hacían bailar mis pensamientos. Y llegó lo peor. Una hora andando por el polígono industrial de Porriño… Sofoco, calor, tráfico, suciedad… Un infierno.

En el albergue de Porriño, localidad próxima a Vigo, paramos para refrescarnos y comer un bocata. Fue muy emocionante ver como nos ponían el primer sello del camino. Había que seguir. Solo llevábamos 16 kilómetros, pero, tanta decepción por el “paseo industrial” que, como ya he adelantado, no fuimos capaces de pasar de Santa Eulalia de Mos, 4 kilómetros más allá.

La encargada del albergue nos dio la llave porque no esperaba que llegara nadie más. “La mayoría continúan hasta Redondella”, dijo. “Vaya chollo, un albergue para nosotros solos”, pensé. Bueno, pensé también otras cosas que no voy a decir, pero me hice mis planes. Mos es un pueblecito con iglesia (¿o una iglesia con pueblo?), pero, eso sí, con su cruzeiro y su bar, 800 metros arriba donde, por cierto, cenamos a lo bestia. Y, estando en ello, recibimos la llamada de socorro de nuestro hijo Pablo, a quien habíamos dejado “aparcado” con mi madre en el pueblo. Por lo visto, salía de la piscina municipal cuando le sorprendió una granizada bestial. Granizos del tamaño de garbanzos que parecía que alguien lanzara con un tirachinas, con furia y con rabia, pero,... como no quiero que esto sea la “historia interminable”, diré, como Michel Ende, “esta es otra historia…” Aunque, ¡no me extrañaría que el francés tuviera algo que ver!

Bajábamos al albergue con el estómago satisfecho y pensando en satisfacer otros deseos. Eran más de las 10. De noche para todo el mundo. “Es difícil que alguien aparezca por aquí a estas horas, es peligroso caminar de noche”, pensé. Y, en estos pensamientos estaba cuando… ¡aparecen dos ciclistas portugueses! “Se jodió la jodienda”. Eso sí, no dieron ni un ruido.

Al día siguiente salimos muy temprano, hacia las siete menos cuarto, porque nos habíamos propuesto hacer 29 kilómetros. Todavía noche cerrada cuando aparecieron ante nosotros cortándonos el paso tres perros compitiendo entre sí por ver quién ladraba más fuerte y daba más miedo.

Salieron de un chalet próximo, por un agujero en la alambrada. Gritamos más que ladraban hasta que la inquilina se despertó (¡que se joda!) y llamó a los perros desde el interior. Con mucho miedo pasamos por delante de los perros andando para parecer tranquilos pero ¡con unas ganas locas de salir de allí por pies….!

Después de esto, nada destacable hasta que apareció a nuestra vista la capilla de Santiaguillo de Antas y, a su espalda, en un banco de piedra, en una zona arbolada que iba descubriéndose a nuestro paso, apareció de nuevo.

-          ¡Mira, el francés! -dije-, ¡vamos rápido que se nos engancha!
-          ¡Pobre hombre!... Necesita compañía… Pero, si es buena gente. Además, no te preocupes, que está acompañado.
-          ¡Ya nos ha visto! ¡Vamos!... -le dije a mi compañera-,  ¡Hasta luego! ¡En Santiago nos vemos! –les grité al francés y compañía- Pobre hombre el que está con él. Mira el saco allí tendido… ¡pero, disimula, mujer!... ha dormido aquí… este tío es un “todo terreno”, no me extraña ese aspecto de cansado que tiene,… ¡vamos, que viene!
-          ¡No seas así!, míralo de esta manera: te sirve para practicar el francés…
-          ¡Yo no hablo, ¿eh?! ¡Allá tú si le das rollo!, pero,… si viene sin la mochila…, ¿qué querrá?

Se acercó. Habló con Rosa. Ella le dijo que el mapa que nos había dado en Tuí era del camino francés y él se lo cambió y le dio otro con el título “Cruzeiros del camino portugués”, y se despidió de nosotros en español con un “Abrazos al santo. Buen camino”. Yo le contesté, con guasa: “de tu parte”.

Hasta Redondella, continuamos por bosques y villas. El último tramo es una fuerte bajada hasta el Convento de Vilavella, que da entrada al pueblo. El albergue es impresionante por fuera, y creo que también por dentro. No lo pudimos comprobar porque estaba cerrado hasta la una y eran poco más de las 10. Desayunamos bien y continuamos.

De un tirón nos presentamos en Ponte Sampaio, final o principio, según se mire, de la ría de Vigo. Compramos unas frutas y frutos secos e hicimos un alto. Le dimos un baño a las piernas y a las ingles en una pequeña playa y nos comimos la sandía y otras frutas, descalzos, antes de continuar.

El calor y las moscas no nos dejaron disfrutar de la belleza del camino de Canicouba, intransitable, por cierto, en bicicleta.

Después, tras varios cruceiros y poblaciones que emergen en el camino como pompas en agua hirviendo, llegamos a Pontevedra.

Pontevedra tiene origen romano. Ingleses, portugueses y castellanos, sucesivamente, se ocuparon de su gobierno hasta el siglo XV. Del XV al XVIII fue su periodo más próspero. En 1717 lo ocuparon los ingleses y en 1808 los franceses. A propósito de franceses, nuestro amigo, el innombrable, había dejado huella de su paso por aquí. Nos asignaron las literas 31 y 32 y, al tomar posesión, ¿qué pensáis que encontramos colgado de un perchero próximo? …

-          ¡Mira, Rosa! ¡El batín del francés!
-          ¡Qué bien!, ¡Estará por aquí! ¡Vamos a buscarle!, ¡Puede que quiera seguir con nosotros hasta Santiago!... – dijo Rosa con cierto aire burlón, sabiendo que se me pondrían los pelos de punta solo con nombrarle-
-          ¡Ya sabes mi respuesta! ¡Ni de coña! Ese tío me da mal rollo…
-          Perdone, ¿sabe usted donde podemos encontrar al propietario de este albornoz?
-          Pues,… seguramente esté en el jardín aireando los pies y curándose las ampollas,… ¡o jugando con Pere, que está hasta los…!. Es lo que haceis todos los peregrinos nada más llegar aquí, una duchita y a relajarse sentados en el césped del albergue… ¡que lo dejáis todo… mucho santo pero mucho cabrón también!... Ah!, pero eso es de un francés que pasó la noche aquí ayer y salió muy temprano esta mañana. Se lo dejó olvidado. Le conocen, por lo que veo. ¿Podrían ustedes llevárselo por si acaso le ven?, Si se queda aquí va a la basura ya mismo. Si no coinciden con él, siempre lo pueden dejar en objetos perdidos, en la oficina del peregrino, en Santiago.
-          Vale. Me lo guardo –dijo Rosa.
-          ¿Estás loca? ¡Que yo no quiero ni ver ni hablar de ese hombre! ¡Deja eso ahí!, ¡Que lo pinchen bien estirado en la pared y escriban con rotulador gordo “Mondrián” en una esquina, ¡Verás qué bien les queda, y qué decorativo…!

Revisamos los bolsillos del albornoz por si acaso había algo de valor pero solo encontramos un trozo de papel que parecía el final de una carta, que decía “embrasser au saint homme”, punto y aparte, “l’ombre de glas”. Otra vez “abrazos al santo”... ¡Qué empeño! ¡Que sí, hombre, que sí! ¡De tu parte! Y, el muy cabrón, firmaba como “el hombre de hielo”. Y qué razón tiene.

…………………………….

Y aquí estoy, desahogándome con el lápiz y el papel. Cabreado. Descalzo en el jardín, sentado en el césped y discutiendo con el encargado..., con Pere, la gata,... Ya voy notándome más relajado, distraído con las risas de esos americanos con los pies despellejados y en carne viva -¡qué brutos, se han estallado las ampollas!-... Rosa también ha salido al césped, pero se ha instalado un poco más allá para hacer las llamadas de todos los días a la familia y amigos. Supongo, por las risitas, que le está contando a alguien mi especial relación con “el francés”


II
LA CURIOSIDAD DE BERTO


“Sabemos di Rosa e Kiko desde Tuí. Ellos salieron andati a cena e relax de camminata en este giorno, forte come tutti. E troppo placentero, ho pensato, paseare por el casco viejo de Pontevedra y mangeare al fresco, en una terraza,… Se entretendrán lo suficiente”.

Da quando ho visto per la prima vez supimos que el francés, Pierre, les iba a utilizar. Le venimos observando da lontano. Desde Oporto. Algo pretende. Nos parece un homo pelicuroso”.

“Devo confessare que a mí también me comía la curiosidad, quería saber hasta donde llegaba la ingenuidad de Kiko y Rosa o hasta quando él sospettó, ma fue Marianella che mi ha indotto a hurgar en su mochila e trovare qué había stato iscritto con tanto zelo Kiko sentado en el jardín del albergue (otra vez Adán y Eva)... Y también es molto facile que trascorrere las horas desaprensivamente… Tan immerso estaba nella lettura che ...”

-          ¡Escucha, parece que alguien llama! – escuché decir a il patriarca della superfamiglia -
-          ¿Cómo? ¡Si no funciona el timbre!, ¡Ya sabes lo que dijo el encargado: a las 10 se cierra el albergue y se desconecta el pulsador exterior! – respondió el hijo adolescente de mala gana-
-          Pues yo oigo voces, … ¡escucha!
-          ¡Cierto!, voy a ver si les puedo abrir –dijo otro de los hijos con toda su buena voluntad-

“Una allarme fue attivato nel mio cerebro. ¡Vienen! – Ho pensato - ¡Me van a pillar! Y guardé apresuradamente il cuaderno de Kiko in sua mochila”.

-          ¡Deprisa, Berto! –métete en el saco. Que no sepan que estamos aquí, dijo Marianella.

“Marianella y yo no estamos casados pero vivimos juntos desde el año pasado. Nos conocimos en el camino francés (por cierto, ahí conocimos a Pierre, el francés). Me gustó su formato: muy manejable, pequeñita, nerviosa, activa. Me anula con su gran personalidad. Habla español como si lo fuera. Lo que me dice hago. ¡La quiero tanto! ¡Y qué guapa es!”

“Es crítica de arte, por eso es tan observadora. La gusta mandar y, en ese aspecto, conmigo no tiene problemas. La gusta conocer gente y tiene don de gentes. Miedo me da dejar de interesarle, me dejaría vacío; mi vida dejaría de tener sentido. Me encanta como gesticula cuando habla. Es muy expresiva con las manos y con todo el cuerpo. Sus ojos también lo son”.

“Il chico fué andato hacia la porta con buone intenzioni, ma era tardi. Kiko y Rosa ya habían saltado la valla. De todos modos, de no ser por él no habrían podido acceder al interior, porque desde fuera, la porta della costruzione principale is aperta solo con chiave... Mi español es muy malo, lo siento”.

-          Gracias. Se nos hizo tarde. Pensamos que estábamos más cerca. ¡Ya nos veíamos durmiendo en la puerta del albergue!.
-          No importa… Nosotros solemos acostarnos tarde. Somos muchos, varias familias, y nos gusta comer y hacer sobremesa, y los niños con el móvil, los MP3, la PSP,... como mañana no vamos a madrugar...

“È un curioso modo di viaggiare a questa banda. Nove persone provenienti da due famiglie, que llevan mochilas en vez de maletas para no levantar sospechas, porque se desplazan en coche. A unos cien metri del albergue se bajan de los coches, cogen las mochilas y llegan caminando. Ocupan nove literas, o quizá alguna más, sellan sua credenziali y, más tarde, van a por los coches, donde llevan los alimentos, las cocacolas y las cervezas, tutto bien fresquito en una nevera enchufada al mechero della macchina. Convierten la sala da estar del ostello en su campamento, y no salen de allí hasta completar un ciclo alimentario: comida, merienda, cena, desayuno”.

“Aquello parecía un patio de vecinos. Voci, gritos, peleas di bambini, risate d’escándalo, scherzi (chistes), risate, scherzi più, más risas,... aderezado con la birra, il caffè o il cognac, dependiendo del momento. ¡maldita la gracia! Ya les habíamos sufrido in altri rifugi. ¡Con ellos aquí no se puede descansar! ¡E nosotros madrugamos presto per il fresco! ¿No saben leer? ¿ Non han visto il poster che dice “La luz se apagará a las 22:30 horas. Respete el descanso de los peregrinos”? Questi bambini sono muy maleducados,... ¡y los padres, que no les dicen nada! ¡como si no se dieran cuenta!... ¡Es increíble!... ¡Entran y salen continuamente, dando portazos, encienden le luci,...!, ¡Porca miseria!”

-          Mira, Rosa, en las literas de la derecha,... ¿sabes quienes son esos?
-          Sí. Son los italianos. No sé como pueden dormir con este follón.
-          Y seguro que mañana piensan salir temprano. Ni se menean. Están como troncos.
-          ¿Madrugamos mañana?. ¿Qué te parece a las siete?
-          O un poco antes, si puede ser. Tenemos que llegar a Caldas de Rey pronto para buscar hotel. Allí no hay albergue. Es una localidad importante, mañana es Domingo y estamos en agosto.
-          ¡Tú siempre tan exagerada! ¡Algún sitio habrá! Es un pueblo grande, seguro que hay mil hoteles...
-          ¡Y tú siempre tan confiado! Y, por supuesto, llevándome la contraria.

“Aunque tranquillamente parlato, pude entender lo que decían. Nos han reconocido, ma non importa. È normale que los caminantes coincidamos en los albergues”.

“Partiti presto la mattina seguente, mucho antes de las siete, para no coincidir con ellos y no levantar sospechas. Fuimos en busca de Pierre. A esas horas, un Domingo, en Pontevedra solo se ven “restos” dei giovani, de los jóvenes, despojos, más bien, procedentes de una noche en blanco, estimulada y deprimida a la vez, aderezada con porros y alcohol. Un solo sitio trovato aperto per un caffè e un biscotto, a la salida de Pontevedra. Hasta allí llegamos siguiendo un rastro violeta de puntitos luminosos incrustados en el suelo”.

“E quasi sempre per camino asfaltato llegamos a la iglesia de Santa María de Alba, con su característico cruzeiro, un Santiago peregrino en el fuste y, come siempre, un cimitero. Las iglesias suelen tener el cementerio adosado. Era una costumbre cristiana, hasta que descubrieron (dedujeron más bien) que algunas enfermedades permanecían entre los vivos porque estaban con los muertos. Si tratta di una curiosa característica del Camino de Santiago”.

“Después de un largo caminar nei boschi, salimos a carreteras secundarias que jugaban con noi. Nos hacen perder el norte. Disorientato e confuso giramos a destra o a sinistra según nos indiquen las señales. Briallos, Tibo y… Caldas, al fin, aparece ante nosotros. Nos sella la credencial la Guardia Civil. No hemos encontrado a Pierre. Decidimos ir al jardín botánico, al otro lado del río, para descansar. Observamos desde allí l'arrivo di Rose e Kiko. Les vimos venire e, come noi, pedir a la Guardia civil el sello. Vienen hacia aquí. Les vemos entrar a preguntar in un centro termale e alberghiero y, aproximadamente una hora después, salen sin las mochilas. Han trovato alojamiento”.

-          Nosotros deberíamos buscar también, ¿no?, dijo Marianella.
-          Parla italiano o no capicco
-          Digo que vamos a buscar alojamiento... ¡y añado que hagas un esfuerzo, o no aprenderás español! ¿Para qué, si no, hemos venido a España?
-          Certo! Pero vamos a la salida del pueblo. Algún hotel habrá. Espera,... ¡mira lo que hacen!,... ¡se descalzan e mettere il piedi nella fontana!.
-          Intenta pensar en español. Solo así lo hablarás.
-          Vamos, acerquémonos también. A ver si somos capaces de aguantar más de un minuto los pies sumergidos en ese agua sulfurosa, que, por cierto, huele fatal.
-          Dicen que tiene propiedades curativas. Sale a 60 grados. Ahora entiendo porqué se llama “Caldas” este pueblo.

“Nos acercamos por detrás della fontana para no ser vistos y les oímos parlare mientras se calzaban”:

-          Aquí se pega una zambullidita el francés y se le quitan los granos de la espalda y se le curan todos los males, se queda nuevo. Es más, ¡aprende, de golpe, a decir palabrotas en español!, ¡Y sin maestro!
-          Pero, ¡qué animal eres!, pobre hombre.

“Y, entre risas, alzó la vista, y se quedó lívido. Miré hacia el mismo sitio y... ¡yo también le vi! ¡allí estaba Pierre! Miraba cándidamente a Kiko sin apartar la vista e quasi senza pestañear. No me extraña que se asustara. Pierre asentía muy lentamente. ¿Qué querría decir con ese gesto?”

-          ¡Vámonos! –dijo Kiko
-          ¡Pero, hijo! ¿Dónde vas tan deprisa? ¡Cálzate, al menos!
-          ¡Venga! ¡Vamos! Se nos va la luz y quiero ver el jardín botánico. Me han dicho que merece la pena.
-          Estás más raro que… -de repente, Rosa descubrió a Pierre- ¡Anda, mira, si está ahí el francés! ¡eh, mesié!...
-          ¿Estás tonta? ¡Ni le mires! ¡Vámonos!
-          Embrasé a sent hom –dijo mirando a Kiko.
-          Abrazos al santo, dice –tradujo Rosa.
-          ¡Lo sé, lo sé, es lo que dice siempre!, ¡de tu parte, te digo yo una vez más! -dijo Kiko antes de salir corriendo hacia el botánico con las zapatillas a medio poner- ¡Qué fijación! ¡Qué pesado está con ese tema!

“Rosa no sabía que hacer, si salir corriendo detrás o disculparse con el francés. Hizo las dos cosas”.

-          Lo siento, mi marido está un poco nervioso.
-          N’import. Mi comprené, lo entiendo
-          Tengo algo que le pertenece, mesié. Dejó usted olvidado el albornoz en el albergue de Pontevedra, pero... ahora no puedo ir a por él... yo... tengo que ir... lo tengo en el hotel...
-          No te preocupes, lo entiendo. Ve tras él, no se te pierda o se te enfade –Rosa esperaba cortésmente que le diera permiso- Nos podemos ver más adelante, en el camino. Yo estaré en A Escravitude mañana a las siete. Llévame allí el albornoz.
-          De acuerdo. Gracias. ¡Hasta mañana! Orvuar –dijo Rosa mientras corría en busca de Kiko-

“Rosa sabía que Kiko tenía certa ossessione por Pierre y trataba de calmarle. Les vimos alejarse a toda prisa. Debió de tardar un buen rato en pasar de la intranquilidad al sosiego y después al olvido”.

-          Berto, tenemos una buena oportunidad para tratar de descubrir que está tramando Pierre. No nos ha visto y no tenemos que tener cuidado de que no nos vean Rosa y Kiko. Estarán alejados de aquí bastante tiempo. Sigamos a Pierre.
-          ¡Estás così tan ossessionati come Kiko, Marianella! Pero, en fin, si te empeñas… Credo sapere perché si dice aquí, in Spagna,  “pueden más dos tetas que dos carretas”…
-          ¡Tú si que estás obsesionado, pero con otra cosa! ¡Hombres! ¡Lleváis todos un Berlusconi dentro!

“Le seguimos y le vimos hablando acaloradamente con alguien. Parecía un cura. Pierre intentaba darle un sobre y algo de dinero, pero el cura se negaba a cogerlo. Se dieron unos cuantos empujones, se agarraron y agitaron con cierta violencia. Nos preguntamos si se conocían de antes, si se debían dinero, si… Dedujimos que Pierre podría ser peligroso. Hay que proteger a Rosa y Kiko sin asustarles. ¿Podría Pierre llegar a…? ¿Qué maligna intención le movía a actuar de esa manera?”

“Caldas è un grazioso villa con il suo ponte romano e le sue fonti di origine incerta. Perdón, intentaré decirlo in spagnolo. A la orilla del río han creado un jardín botánico impresionante. Tiene dos balnearios y varios hoteles, pero el sector servicios deja mucho que desear. Cenamos una hamburguesa y un café mientras nos planificábamos para el día siguiente”.

“Quedan, desde aquí, dos albergues. Uno está en Padrón y otro en Rúa de Francos. Pensamos en hacer una parada en Padrón para descansar. Después, continuaríamos hasta Rua. A mitad de camino tenemos que parar en A’scravitude. Oímos como quedaban Pierre y Rosa a las siete. “¡Allí va a pasar algo!”, pensé. Saldríamos temprano para adelantarnos a los spagnoli e intentar averiguar algo más de los planes del francés”.

“La mattina successiva, perdón, a la mañana siguiente, troviamo la salida de Candas preziosi, y el camino hasta Padrón, también. Sentieri boscosi, sendas por bosques, la maggior parte del tempo, cappelles, cruzeiros, Santa Mariña de Carracedo, ponte, caminos de tierra,... e, de improviso, si entra in un valle mágico. Un frondoso sendero, en un espeso bosque flanqueado por mimosas, que nos lleva al río Valga. San Miguel de Valga nos hace parar a descansar. Después, el río Ulla y una sucesión de pueblos encadenados, que acaban sempre un poco más allá de donde comienza il prossimo, nos empuja hacia Pontecesures. Al cruzar la vía del tren...”

-          ¿De dónde son ustedes? –interroga descaradamente un oriundo-¡Eh, oiga! –no se le escapa ni uno- ¿Y, usted de dónde es?, ¡Pare, señor!, ¡no tenga tanta prisa! –le decía a otro peregrino que pretendía superare a tutte le velocità -
-          De Palencia.
-          De Madrid, nosotros de Madrid.
-          Siamo italiani.

“Y, tras 5 minutos de insulsa conversación pudimos educadamente despegarnos e continuare. Habíamos pasado la aduana”.

“El largo ponte de Pontecesures, reformado en el siglo XX, no conserva nada de lo que se cuenta de él. Se dice que es di origene romana, que lo retocó el maestro Mateo, autor del pórtico de la gloria de la catedral de Santiago, nel 1161”.

“Camino del albergue recorremos todo el paseo del espolón, flanqueado por sus dos gloriosos oriundos, Camilo José Cela y Rosalía de Castro, orgullos de la villa, custodiados por due file di grandi olmi”.

“En él, una buena ducha y -¡qué gusto andare pulito!- una buena y opípara comida: pimientos del padrón, pulpo, langosta con no se qué, tarta de Santiago (como no) e il caffè”.

“Intentamos visitare la iglesia de Santiago, el convento neoclásico del Carmen y la casa de Rosalía, pero estaban cerrados por ser lunes, así que, una vueltecita dal popolo e retornare al ostello a riposo –la siesta, bendita invenzione spagnolo-“

“Se cuenta que a Padrón llegó un barco con los restos de Santiago y que amarró en una piedra, el “Pedrón”, hoy bajo el altar de la iglesia neoclásica de Santiago”.

“Enseguida arribato  los españoles, Rosa e Kiko”.

-Vamos, venga, tenemos que llegar a Sclavitude a las siete. Le damos su albornoz y nos olvidamos para siempre del francés, ¿vale? Debemos hacer todo lo posible por llegar a Rua de Francos antes de que anochezca. Así mañana lo tendremos a tiro de piedra. 13 kilómetros y fin. ¿Qué te parece? –les oímos decir-

“Tendremos que  ir tras ellos, pueden estar en peligro. Ahora sabemos que Pierre es un hombre peligroso… y violento”.

“Salimos de Padrón a toda prisa para tener di un'opportunità per andare avanti de ellos sin que nos vieran”.

“Muy cerca, a dos o tres kilómetros, unos 20 a treinta minutos de Padrón, se encuentra Iria Flavia, villa cristiana desde los romanos. Altamente trasformati, deteriorada por el tiempo y los conquistadores, como Almanzor. Estabamos tan impresionados por el conjunto que casi olvidamos nuestro objetivo... Las casas de los canónigos, sede actual de la Fundación Camilo José Cela,… ¡foto!, la Colegiata de Santa María de Iria, ¡foto!,… il suo cimitero, ¡foto!,…”

“Al cabo de un par de horas, suona campane di morto… ¡un hombre!... lo decían las tres últimas campanadas extremadamente lentas... Suena cerca..., muy cerca..., del monasterio de A’scravitude, seguramente...”

“Abbiamo superato molti villaggi antes de llegar al Santuario de A escravitude, que tiene a sus pies una miragliosa e meravigliosa fonte. Al lado de la fonte una tienda. Dudamos si llenar nuestras botellas con agua milagrosa o mineral, y decidimos… ¡entrar en la tienda!”.

“Había molte persone al suo interior. Allí escuchamos que Pierre, il francese, conocido peregrino de todos los lugareños, había muerto. No sabían per che cosa”.

“Vimos llegar a Rosa e Kiko molto azorados y nerviosos, llegaban tarde a su cita con Pierre. Kiko portava in mano un documento molto manoseado, Rosa, el albornoz multicolor. Abbiamo visto y se acercaron aprisa a nosotros. Apenas nos conocíamos, pero se notaba que querían contarnos algo. Nosotros también debíamos contarles nuestras sospechas. Era inevitable que habláramos”.

- ¿Che cosa succede qui ...? –preguntó Rosa en italiano, sorprendiéndonos a todos de nuevo-
- ¡Pierre nos ha convocato per il suo funerale! -dije
- ¿Quién es Pierre?... ¡Ah, ya entiendo!,... el francés se llama Pierre, ¿certo?
- ¿Qué sabéis de él?
- Sabemos que... ¡ha muerto! –insisto, pues parece que no se quieren enterar-

“Tardaron en reaccionar. Después del shock, intercambiamos impresiones y sacamos nuestras conclusiones. A partir de este momento y hasta Santiago, compartiriamos todo acerca de nuestro enigmático amigo, Pierre”.

“Kiko traía la carta que habían encontrado en un bolsillo del albornoz. “…embrasser au saint homme… l’ombre de glas”. Entre Marianella y Rosa sacaron a Kiko del error”:

-          ¡Espera!... Déjame ver... Aquí no dice “Hombre de hielo”, dice “La sombra de la campana”, “l’ombre de glas”. Hielo, en francés, se escribe glace, no glas, y “ombre” es sombra en francés…

“Una explosión de incertidumbres nos hace movilizarnos”.

“Subimos a toda prisa la escalinata che porta all'ingresso principale. Hay mucha gente, gente de los alrededores que habían desempolvado trajes y corbatas, peregrinos, curiosos, por lo que no llamamos l'attenzione”.

“Rosa va dentro de la iglesia. Mientras, todos se acercan al ataúd, que han sacado del coche fúnebre y han depositado sobre un altar de piedra que parece tener esa función. Nosotros también nos acercamos”.

“Rosa, dentro… deja volar los ojos,… busca la campana,… o una sombra,… o un ombra di un campanile, una sombra en una campana,… ¡Nada!, desde dentro no se ve nada que llame la atención,… y decide salir”.

“El cura reza en voz alta y los feligreses le siguen... Hace un responso y los feligreses contestan… Por los mártires, bla, bla, bla,… Por los inocentes, bla, bla, bla,… Por Pierre, …”

“Entonces el párroco se dirige a los allí presentes:

-          Pierre predijo su muerte. Ayer, en Candás –¡es el que discutió con Pierre en Caldas!-, me pidió que os dijera que va a llegar a Santiago por última vez y para ello cuenta con los pies y las piernas de un peregrino que, además, dará un abrazo al Santo en su nombre. Y está seguro de ello porque se lo prometió hasta tres veces. “Él hará posible que mi alma descanse en paz”, me dijo”.

“Ví a Kiko estremecerse al sentirse señalado por las palabras del cura. Y oí como susurraba con gran angustia “…de tu parte…”, repitiéndolo una y otra vez. Recuerdo cuando salió corriendo despavorido de la fuente de Caldas diciendo en voz alta “¡Vale tío, de tu parte!”.

“La gente murmuraba y se miraban unos a otros preguntándose quién sería ese peregrino”.

-          ¡Ha muerto…!
-          ¡Pierre ha muerto…! Pero, ¿qué dice el señor párroco de un peregrino?
-          ...¡Le hemos visto tantas veces por estos caminos...!

“Comienza a suonare il carillon, son las siete de la tarde, ¡Tang!, ¡tang!, …”

-          ¿Has visto algo? –preguntamos a Rosa-
-          No nada, ni campanas , ni sombras, nada! (¡Tang!, ¡Tang!, ¡Tang!)

“L'ombra del campanile è proiectata sul terreno en el lugar donde nos encontramos, al lado de la fuente milagrosa (¡Tang!, ¡Tang!)…. La busco en lo alto. La campana me ciega. Eclipsa al sol. En la espadaña, una figura que parece un peregrino, señala hacia Santiago. La sombra del badajo se dibuja en la pared de la fuente, y, como un dedo índice acusador, se inserta en una abertura entre dos piedras. Nos acercamos  y...”

-          Mira Kiko, asoma un papel,…
-          ¡Es la “credencial del peregrino” del francés! Ahora ya sabes lo que quiere de ti, que le selles la credencial en la oficina del peregrino y que asistas a la misa y le des un abrazo al santo de su parte.
-          Y, ¿Qué pintáis vosotros en este entierro?... Quiero decir,... en esta historia
-          Seguramente no tardaremos en adivinarlo.

“Tratamos d’arrivare a dormire a Rúa de Francos. Así estaremos más cerca de Santiago, a tan solo 13 kilómetros, e faremo la fase finale con più tranquillità. Cabizbajos, pensativos, sin hablar ni media palabra”.

“Llegamos  a Rua”.

-          Oh, no, ¡la superfamilia!... ¡Porca miseria!

“Continuamo juntos con il giorno successivo hasta Santiago. Llegamos con tiempo suficiente para inscribir nuestra llegada y la de Pierre en la oficina del peregrino. Sin soltar las mochilas fuimos los cuatro a escuchar nuestros nombres en la misa. Por supuesto también nombraron al francés. Era la primera vez que oía su nombre completo y su procedencia: “Pierre Le Blanc, francés, que viene desde Fátima por la ruta portuguesa”, dijo el ministro de la misa de doce”.

-          Pero, ¿es posible que tuviera planificada hasta su muerte? –reflexioné en voz alta-, ¡No, no es posible!

“Cuando quisimos abrazar al santo, supimos que no podría ser. Lo habían rodeado de vallas para protegerlo de la erosión que le estaba provocando el sobeteo de tanto peregrino, pues era paso obligado. Habían puesto, incluso, un guardia de seguridad”.

-          Tengo que abrazar al Santo. Hice una promesa -dijo Kiko al segurata-
-          Pues me temo que no va a cumplirla, porque desde hace dos años está completamente prohibido –le respondió, orgulloso de su tarea-.
-          ¿No se puede hacer una excepción?
-          No mientras yo esté aquí –dijo acariciando la porra suavemente, abriendo ligeramente las piernas en posición de alerta.

“Esa chulería fue como un disparo. No hizo falta más. Una comprometida mirada, sin palabras, puso en funcionamiento un complejo y espontáneo mecanismo cuya finalidad era cumplir con el último deseo de Pierre, el francés”.

“Ahora tenía sentido nuestra presencia: …Rosa daba saltos a la pata coja hacia la izquierda, …Marianella, con pies juntos hacia la derecha, …yo, Berto, me dejé caer al suelo retorciéndome de falso dolor. El guardia de seguridad estaba aturdido, impresionado, sin saber qué hacer. Se acercó a mí para tratar de ayudarme a levantar y socorrerme. Inmediatamente, Kiko saltó la valla y consiguió dar, no uno sino cinco, abrazos al santo”.

-          ¡Por Pierre, por Rosa, por Berto, por Marianella y por mí!

“No le dio tiempo a más antes de que aquel corpulento gigante se le echara encima”.

-          ¡Por Pierre, por Pierre, por Pierre! –pudo aún decir Kiko tocando con la mano la columna con dificultad mientras luchaba por zafarse del vigilante.

“Sin nosotros tres, Kiko no habría podido cumplir su promesa. Comprendimos porqué Pierre nos había involucrado”.

“Esta era la escena para el resto de los mortales allí presentes: Un señor de unos cincuenta años jugando al escondite inglés con un guardia jurado. No sabían si reir  o llorar. Nosotros, sí. Reíamos con conocimiento de causa”.



III
SORPRESA


Han pasado ya 6 meses. Marianella recibió recientemente un email de Kiko que, entre otras cosas, decía lo siguiente:

“...estaba preparando el montaje de fotos –suelo tardar porque soy muy perezoso- cuando, por casualidad, hice un gran descubrimiento. Para identificar los cruzeiros que fotografié en el camino, se me ocurrió puntear su localización en un mapa. Utilicé aquel mapa mudo que Pierre le regaló a Rosa en Santiaguillo de Antas. La sorpresa fue mayúscula cuando me dí cuenta de que todos esos puntos escribían la palabra “Merci” sobre el mapa. Era Pierre, el francés.

Ahora está con él, con Santiago. Puede abrazarle cuanto quiera. Y yo puedo seguir sonriendo cuando me veo los cinco moratones, cinco trofeos, que llevo en cada brazo. “You are welcome”, de nada, amigo,...”

Besos y abrazos para ti y para Berto.



Nota del autor: Por necesidades del guión he tergiversado “un poco” la realidad: Al santo se le podía abrazar sin ningún problema (se sube por una corta escalera, se le abraza y se baja por otra rápidamente,... ¡que empujan atrás!); lo que no se puede desde hace tiempo es dar el “cabezazo” y tocar una columna situada a la entrada de la catedral por la puerta principal, porque se está deteriorando peligrosamente de tanto roce. Ahí estaba el vigilante jurado.