miércoles, 15 de mayo de 2013

Las zetas de la Pedriza, un buen entrenamiento




Va siendo hora de ir preparando una nueva aventura...
¡Ya está!: La transpirenaica (cuidado, Kiko, que tienes 54 años...).
Lo sé, lo sé… Y eso es lo malo, que lo sé.

En principio vamos a ir Ricardo y yo. La idea es salir en tren con nuestras bicis, destino Llança, el 1 de Julio, lunes, y terminar 16 días después en Ondarrabía. Del Mediterráneo al Cantábrico. Por eso hay que ir entrenando ya. Hay que “hacer culo“, sobre todo, pero también prepararse para grandes esfuerzos, sobre todo para grandes y largas ascensiones sin bajar de la bici.

Me consta que Ricardo está todo el año como una moto (corre, monta en bici, hace esquí de travesía, escalada…) y yo no puedo quedarme atrás, quiero estar a su altura, aunque sé que la diferencia de edad está en mi contra.

Por eso llevo dos meses saliendo casi a diario con la bici por la casa de campo y por el anillo. Además, suelo ir a trabajar en bici, que son otros 10 km más, dos veces al día. Pero no es suficiente, así que aprovechando el ofrecimiento de Miguel, ayer hice mi primer entrenamiento de calidad: Las Zetas, de La Pedriza.

Quedamos en el aparcamiento de Cantocochinos a las 9:15 h. Ellos (Miguel y sus 3 amigos,) pasaron pero yo me quedé fuera: Hay un tope de 350 coches que pueden entrar y, parece ser que (dijo el guarda) habían pernoctado 200 coches en el aparcamiento de Cantocochinos. Esperé media hora y, como no había movimiento, me salí de la fila, aparqué y le dije a Miguel por teléfono que fueran tirando, que yo ya les alcanzaría, “ya sabes que soy una máquina”, le dije (además de estar mayor, eres un fantasma, Kiko)… ¡Hay que mantener un estatus, caramba!

Tardé unos 25 minutos en llegar a Cantocochinos, unos 4 kilómetros, 3 de ascenso y uno en descenso, es decir, que ellos iban con 25 minutos de ventaja.

Después de unas cuantas rampas de gran dificultad, de 2 kilómetros y medio la más corta, y hasta 8 kilómetros la más larga (esta se me hizo interminable) les encontré, antes de la última ascensión, de 500 metros, jugando como ninfas con el agua virgen del Manzanares, tan transparente, tan limpia, tan fresca,… ¡Qué alegría! …Llevaba 2 horas y media sufriendo solo, sin hablar con nadie… (porque fueron parando a hacerse fotos de vez en cuando, si no, no les coges ni de coña)… solo esta vocecita que me habla de vez en cuando para desanimarme.

Y aquí empezó lo bueno: una bajada de vértigo, rápida, tan peligrosa como divertida, las cervezas, la tortilla, unas risas, y, …qué pena, …la despedida (Miguel sabe rodearse de buena gente). Chicos, espero volver a veros pronto.





Prepárate!

Aquí empezaremos: LLAN¢A!